Miguel
de Cervantes Saavedra, novelista, poeta y dramaturgo español,
1547-1616.
- ¡Oh, hijo!, has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar.
- Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento. Del conocerte saldrá el no hincharte.
- Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte;
- No hay para qué tener envidia a los príncipes y señores; porque la sangre se hereda, y la virtud se adquiere, y la virtud vale por sí sola.
- Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre.
- No cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.
- Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.
- Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera despacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros.
- Al culpado que cayere debajo de tu jurisdicción, considérale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra.
- Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán largos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible; casarás tus hijos como quisieres; títulos tendrán ellos y tus nietos; vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y, en los últimos pasos de la vida, te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos tiernas y delicadas manos. Esto que hasta aquí te he dicho son documentos que han de adornar tu alma.