Entiendo que todos nos alegramos con la visita del
Papa Francisco a Ecuador; estamos de acuerdo en que su venida es un
acontecimiento que trasciende al hecho de que se trate de una visita oficial de
estado. Para unos será quizá por conocer un personaje famoso, lo cual siempre
emociona y deja huella, para otros tal vez por el poder de convocatoria a una
muchedumbre pocas veces vista; y para los más, por el hecho de tratarse del
sucesor de Pedro, Jefe máximo de la iglesia católica y primer Papa
latinoamericano, conocedor de nuestra realidad, de nuestro idioma y de nuestras
bondades, limitaciones y miserias.
Para los católicos la alegría seguramente es mayor,
porque nos visita el Obispo de Roma, el Sumo Pontífice y Vicario de Cristo en la
Tierra, Pastor de nuestra Iglesia. Por eso, los católicos hemos de prepararnos
en nuestras comunidades para recibir la bendición de Dios en él. Es hora de
renovarnos, de crecer en la Fe, pero también de participar activamente en cómo
deseamos que sea la visita de Francisco que viene para todos.
Es natural que el gobierno haga un plan
protocolario y son importantes todos los preparativos que en este sentido se
deben satisfacer, pero más importante que el montaje externo en todos sus
requerimientos, es la preparación personal para acoger a Francisco que viene
como hermano.
El fruto mayor de la visita del Papa
Francisco es el cambio que puede dejar en la vida individual y en la sociedad.
Por supuesto nada de esto es mágico; es una gracia de Dios que tenemos que
prepararnos para recibirla. El cambio espiritual en cada uno debe ser un abrirse
a la humildad y conversión; el cambio en la sociedad disponiéndose a la escucha
de su palabra y poniéndola en práctica.
Por: Dr. Marco Duran